nuevos comienzos - Una nueva red 5E
Reglas para una nueva convivencia y una nueva red - O mucho mejor aún para una nueva sociedad completa

PRESENTACIÓN

Es un hecho incontrovertible que la vida de los seres humanos está siendo manejada por la tecnología. Cada aspecto de la cotidianidad es detalladamente registrado, en tiempo real, por un sinnúmero de dispositivos y aplicaciones que, continuamente, se adquieren para hacerse cargo de algún aspecto de la existencia humana. Una sola aplicación maneja la agenda laboral de decenas de personas al mismo tiempo, determina si están disponibles en un momento del día y los cita para que puedan reunirse a conversar o a trabajar; otra acopia, simultáneamente, la información del tráfico en  todas las calles en una ciudad y determina cuál es la ruta más rápida para llegar a casa; una más lee, de modo permanente, la frecuencia cardíaca, temperatura y tensión arterial del cuerpo, para determinar cuándo éste está sano, enfermo o es proclive a desarrollar una cierta enfermedad.

Ya no hace falta socializar, se puede ser “amigo” de cientos y hasta miles de personas que se coleccionan en las redes sociales; ni siquiera es necesario tener habilidad para encontrar una pareja con fines emocionales o sexuales, porque esta tarea se le puede confiar a una sencilla aplicación que ayuda a evitar la fatiga de fracasar conociendo a una persona, por medio de algoritmos que descartan todas aquellas que, de entrada, no nos interesan. Los automóviles de última tecnología gradúan la temperatura ideal de la cabina, encienden las luces tan pronto como detectan que la noche llegó, se ajustan ergonómicamente a las necesidades físicas del conductor y hasta reducen la velocidad o emiten un pitido tan pronto como sienten la presencia de otro vehículo que está demasiado cerca. Muy pronto serán completamente autónomos.

No es exagerado decir que, hoy en día, hay aplicaciones para todo. El avance de la tecnología va de la mano con el avance de la ciencia que, apoyada por todos, va ocupando cada uno de los espacios de la vida, haciendo mucho mejor el trabajo que apenas unos años atrás era hecho por los humanos. En este sentido, asistimos a un momento histórico en el que, poco a poco, el control del mundo se ha ido cediendo a las máquinas, como solía contarse en las utopías y en las historias de ciencia ficción del siglo XX. Vivimos los tiempos que lúcidamente vaticinó en sus libros Isaac Asimov pero, al mismo tiempo, somos testigos del nacimiento de sociedades terribles como las que imaginaron Aldous Huxley y George Orwell. La manipulación genética o la vigilancia del pensamiento son cada vez menos piezas de la imaginación futurista y más elementos de la vida cotidiana. Alguien que aún no quiera tener un bebé, puede congelar sus óvulos más fértiles o su mejor esperma para utilizarlos cuando quiera. En ese sentido, hemos vencido al tiempo y, muy pronto, hasta la muerte misma. Apenas recientemente, vinimos a saber que la elección de uno de los mandatarios más importantes del mundo había sido manipulada accediendo a la información de millones de personas, consignada en sus redes sociales. 

La humanidad se encuentra al borde de un cambio fundamental. Uno que alterará sus formas de concebirse a sí misma, de desarrollarse en cada uno de sus aspectos y de pensarse con miras a lo que se perfila será el siglo XXI. Tal y como apunta Yubal Harari, el famoso historiador israelí, “de un modelo neoliberal, centrado en el ser humano, en su individualidad, sus propios gustos y sus decisiones, poco a poco estamos pasando a un modelo centrado en los algoritmos y los datos”. En un mundo en el que la tecnología ha ido demostrando que puede hacerlo todo mucho mejor que sus creadores, los seres humanos empiezan a cobrar valor únicamente en virtud de la información que poseen, de los datos que pueden aportar para el funcionamiento del sistema que gobierna la vida. Así, por ejemplo, el Internet de las Cosas (IdC) es una realidad que, poco a poco, ha ido ganando espacio en nuestro mundo y tiende más a conectar los objetos que a las mismas personas.

Es solo cuestión de tiempo antes de que la tecnología llegue a todas las esferas y grupos sociales de la vida humana, obligándonos a redefinir el rol del homo sapiens con miras a encontrar su nuevo lugar en el mundo. No estamos diciendo que sea un futuro apocalíptico el que se avecina, no estamos hablando de máquinas asesinas que quieran esclavizar la humanidad para extinguirla o ponerla a su servicio, hablamos es de un futuro inminente en el que la más sensata opción será otro tipo de interdependencia, no basada en el simple intercambio de bienes y servicios, sino en el de la información para mover el mundo, la economía, la política, la educación y la religión misma. No estar listos para ello, sería una imperdonable miopía y nos condenaría, sencillamente, al aislamiento del resto del mundo.

En un futuro muy cercano, aquel que no esté conectado será como si no existiera. Resignará su papel al de un espectador en el escenario donde se desarrolla el juego de la vida. Difícilmente podrá insertarse en los nuevos modos de producción, porque la manufactura de bienes estará, mayormente, a cargo de las máquinas y la prestación de servicios implicará estar insertos en el sistema. Todo lo que se haga deberá ser registrado en y por el sistema mismo, la supervivencia diaria ya no será un problema de fuerza de trabajo sino, más bien, de creatividad e innovación. De modo que el futuro será de los nativos digitales, esos que desde muy jóvenes aprenden a convivir con los ordenadores, las tabletas electrónicas y los teléfonos inteligentes. Son ellos quienes están llamados a encontrar el camino en que humanos y tecnología den origen a nuevas formas de vida más adaptadas a las demandas del mundo contemporáneo y el planeta.

Quienes no pertenecemos a esa generación, poco a poco iremos resignando los roles protagónicos a quienes entienden mejor la interacción entre la especie y la máquina. Es un paso natural de la evolución, la comunicación química intercelular dio paso, en un momento dado, al surgimiento de especies de insectos; a su vez, la comunicación intercelular de impulsos eléctricos en medios grasos, dio origen a las nuevas especies vertebradas. Pronto, en un tiempo que no podemos determinar si será decenas, cientos o miles de años, la comunicación intercelular no requerirá de químicos o impulsos eléctricos, sino de ondas telepáticas que favorecerán el surgimiento de nuevas especies, quizá híbridas entre biológicas y robóticas, que poblarán el planeta. En un mundo así, ¿cuál podría ser el papel de los seres humanos? No nos queda más que prepararnos, educarnos, adaptarnos y estar listos para recibir lo que venga.

Hoy mismo, en estos tiempos en que los virus y las enfermedades viajan en primera clase de aviones o trenes y nos vemos, de un momento a otro, obligados al confinamiento global de la especie, vemos cuán frágiles son las instituciones humanas. Ni el dinero, ni los partidos políticos, ni las creencias nos pueden salvar efectivamente del colapso, solo la tecnología parece echarnos una mano para que todo lo que hemos creado y que tan orgullosamente llamamos cultura, pueda sobrevivir. Trabajamos desde el encierro de nuestras casas, en ellas estudiamos, en ellas nos ejercitamos y en la profundidad de su seno practicamos nuestras creencias, es la red quien nos está permitiendo llevar adelante nuestro proyecto como sociedad, de las lecciones que hoy en día estamos aprendiendo dependerá, en gran medida, la efectividad de las cosas que lograremos en el futuro.

Es por esa razón que debemos concentrar nuestras miradas en el aparato tecnológico y sus formas, en su lógica y el camino que nos señala: hoy más que nunca estamos llamados a la unión y a la solidaridad como especie, pero estos dos elementos deben encontrar nuevas formas de expresión que no pasan por la proximidad física sino, paradójicamente, por un distanciamiento que solo puede zanjar la tecnología. Tal vez, de eso se trata el porvenir.

En este documento, voy a hacer, primero, una breve exposición de algunos de los aspectos más significativos de la vida del ser humano en la segunda década del siglo XXI; cuáles son y cómo veo sus instituciones principales y, finalmente, cuáles son sus principales expectativas con miras a los tiempos que se avizoran. De esta manera, pretendo hacer un retrato, más o menos fiel, de la actualidad desde la cual se debe partir, sus aciertos y falencias para hacer viable la vida de todos los seres humanos en el planeta. A continuación, esbozaré los elementos básicos de un modelo aún incompleto, y por lo tanto imperfecto, de la forma en que creo debe ser la vida social, el cual aspira a cubrir, algún día, todos los aspectos de la realidad humana e iniciar así la transición definitiva hacia lo que ya empieza a ser la realidad de este nuevo milenio.

Antes de comenzar debo aclarar que, luego de pensarlo mucho, decidí escribirlo en idioma español, con ayuda de un equipo de trabajo, porque esta es una idea que se gesta en Latinoamérica, donde los principales aspectos de la globalización han llegado, históricamente, con algún retraso y, por tanto, su vivencia de la historia viene a ser una adaptación de lo que, en muchos casos, ya es tendencia en el primer mundo. Espero así que, en unos años, si es que esta idea fructifica, el mundo asimile verdaderamente que la humanidad somos todos y que, por tanto, los grandes cambios pueden nacer en cualquier lugar.