Al momento de terminar este primer borrador formal de la propuesta, más que nunca somos conscientes de lo ilusorio que parece ser exponer un modo distinto de pensar y de actuar en momentos en que el mundo parece funcionar cómodamente del modo en que lo hace. Tal y como, grosso modo, se describió en la primera parte de este documento, la vida en el siglo XXI tiene una dinámica propia en la que todos estamos inmersos. Justa o no, es lo que hay. Años y años de evolución histórica han traído a la humanidad hasta este punto y es así como la actualidad nos muestra un montón de fenómenos sociales, económicos, políticos, religiosos y culturales que constituyen lo que somos como especie. Es nuestro derecho, pero también nuestro sagrado deber, cuestionarlo. Que las cosas sean así no significa que debamos conformarnos, que el sistema en el que nacimos sea una realidad incontrovertible e inmutable. Por el contrario, tiene que cambiar. Un sistema justo, que promueva soluciones globales, necesita reformas generales que incluyan las diferencias de todas las comunidades, así como sus intereses y metas, para que todos puedan convivir.
Sé muy bien que hablar de una nueva Red, de un sistema distinto, de una escala de valores universal, de una economía que no se sustente en el crédito, de una moneda que no tenga intermediación central, de una sociedad que se regule a sí misma y que decida participar voluntariamente en las decisiones que afectan a todos, probablemente sea una utopía de ingenuidad pavorosa. Tal vez así sea. Sé, también, que en las universidades y centros de pensamiento alrededor del mundo, hay profesores e investigadores trabajando concienzudamente en estos temas, con un sustento académico y quizá práctico mucho mayor que el que puedo aportar desde la soledad de mi estudio, donde veo pasar la vida y empiezo a preguntarme cómo, todo esto, podría ser mejor. No soy tan iluso, tengo un principio de realidad a la medida de las actuales circunstancias. Un sueño de esta magnitud aún requiere, no solo, de un estado del arte muy vasto, que permita fundamentar mucho mejor las ideas que componen este documento, también necesita más trabajo. Pero quise empezar por sistematizar lo que ya tenía en mente.
A un proyecto de esta naturaleza no lo alienta más que el interés filantrópico de abrirle la puerta al futuro, anticipándome a organizar el cambio que nos está suscitando la entropía de este comienzo de siglo y promover un mundo más equitativo para los casi ocho mil millones de personas que habitan el planeta. Parece fantasioso, pero es necesario. Espero que esta idea sea la semilla para empezar a desarrollar esta nueva Red, de las cosas pequeñas surgen también los grandes cambios. Por esa razón, los invito a todos para que participen pensando en el cómo, el cuándo y el dónde de este nuevo sistema. Quizá una vez esta idea se socialice, encontremos que hay decenas, cientos o miles de personas pensando cosas parecidas, mayor o menormente desarrolladas y/o que ya hayan avanzado mucho más que yo en sus proyectos. No importa, es justamente de eso de lo que todo esto se trata, de establecer redes comunicantes, de hacer crecer las ideas para alcanzar consensos que nos hagan avanzar a todos como humanidad. Es por eso que las ultimas palabras que contiene este documento no pueden ser más que una invitación a leerlo, a descomponerlo, a recomponerlo, a enriquecerlo, a difundirlo para sea el primer paso de una revolución tecnológica con grandes consecuencias en lo social, en la vida de la humanidad. Sean todos, entonces, bienvenidos. La Red 5E ya está naciendo, hagámosla grande entre todos.